miércoles, octubre 30, 2024

Años universitarios

 

     
         Una vez -sólo una vez- me encapriché de un profesor. Acababa de cumplir diecinueve años y pensaba que el mundo era mío y que podía acostarme con quien me diera la gana. Y eso hacía. Encontraba  - por lo general- poca resistencia, la verdad.

        En la Universidad había entonces  algunos profesores mayores - casi todos eran muy mayores- que miraban libidinosamente las carnes tiernas y aparentemente vírgenes de algunas alumnas. Esos daban asco. Sin embargo él era diferente. Tenía cuarenta y ocho años - si no me mintió- y acababa de separarse. Unas bien distribuidas canas y una voz grave y armoniosa le hacían muy atractivo. Llevaba vaqueros casi siempre y un atuendo desenfadado que le hacía parecer más joven. Usaba a diario una colonia fresca pero resultona que dejaba su inconfundible aroma a su paso por los pasillos y las aulas. Ninguna compañera se atrevía a tirarle los tejos, porque era muy serio y sabía poner distancias; era respetado por todos y rara vez se le veía sonreír.  A  mí aquello me pareció un reto. 

      Todo mi empeño era mirarle fijamente a los ojos, intentando leerle (como hago siempre) todo por dentro, pero no se dejaba el condenado, apartaba la vista como si supiera que en unos minutos yo era capaz de dejarle completamente desnudo e indefenso ( ¿ quién se lo habría dicho?). Yo acudía a su despacho casi todos los días, procurando plantearle preguntas o dudas sobre su materia que le pusieran en un aprieto o le dejaran ver lo interesada que estaba en su asignatura. Conseguía arrancarle una sonrisa con frecuencia y escuchaba atentamente todas sus palabras, bebiendo de sus labios cada sonido. Él cada vez se ponía más nervioso, mirando y queriendo evitar mirar los trocitos de mi piel que yo dejaba ver en su justa medida a través de mi ropa juvenil y descarada. En fin, que una tarde, entré en su despacho con todas mis armas de mujer preparadas, dispuesta a todo... y cayó. Es muy estimulante dejarse poseer por un hombre " inalcanzable" sobre la mesa de un despacho, rodeada de cultura y de conocimientos, como si, en un ritual mágico, algo de todo aquello quedara dentro de ti para siempre . Durante unos días quedamos a escondidas, creyendo el pobre que me había seducido y sintiéndose culpable por ello y sabiendo yo que había sido justo al revés. El caso es que comencé a comprender por qué se había separado: quería tener todo bajo control y saber dónde estaba yo a cada minuto y qué hacía y con quién... ¡Ni siquiera mis otras Evas tienen esa información!

     Así que, cansada del juego, me presenté ante él y me hice la víctima (ser  actriz es una de mis profesiones aún por desarrollar); después de hacer que se sintiera el más rastrero por "seducir " a una muchacha que podría ser su hija, le ofrecí mi silencio a cambio de una matrícula de honor en su asignatura ( él nunca las daba). Y accedió. Supongo que aún debe pesarle y que aprendió la lección. Yo también la aprendí . Me siento fatal ahora por hacerle chantajeado de esa forma pero, ya nada puedo hacer . Creo que hay lecciones en la vida que sólo se aprenden así, haciendo cosas de las que nos arrepentimos después y que jamás volveríamos a repetir.

       No volví a verle más, ni falta que hace.

lunes, septiembre 30, 2024

POR EL PRINCIPIO

                               

( No, no soy yo, pero me parezco...) 

       
          Muchas veces pienso en el principio de todo esto, en la niñez que guarda todas las llaves, en la primera vez que yo me di cuenta de que no era una, sino varias. Probablemente la educación estricta que recibí de niña haya contribuido a que sea como soy, aunque yo no lo haya aceptado hasta hace poco tiempo. Toda la perfección que me exigían, el sentimiento de culpa por no hacer las cosas al agrado de mis padres o de mis maestras... Acababa de cumplir diez años cuando llegué al convencimiento de que éramos dos: la buena Eva, la estudiosa, la brillante, la solidaria, la compasiva, la buena hija, la educada... y la otra "Eva": la oculta, la mala, la traviesa, la perversa, la vengativa, la cruel... Y pensaba entonces que sólo una de las dos podía sobrevivir...

          Tuve mi primer novio con once años (o eso creo, porque no recuerdo casi nada de antes de esa edad). Su madre le decía: "¿Has visto qué chica más guapa, más lista y más buena ?", "Tendrías que quedar más con ella"... y cosas así. El chico era demasiado pánfilo y parado y a mí no me gustaba nada, pero nuestros padres se conocían desde siempre y mi madre hacía igual: "¿No te gusta ese niño?", "¿Por qué no le invitas a merendar?", "¡Es educadísimo!", "Hacéis buena pareja"...

          Tuve claro que nuestros padres no pararían hasta que no saliéramos y se convencieran ellos mismos de que emparejarnos era un doloroso error. Por eso, cara a la galería, fuimos "novios" durante casi tres meses.

          El primer día que estuvimos a solas, le agarré fuertemente de sus partes más nobles y le dije al oído: "Vamos a ser novios unos meses y mientras vas a hacer lo que yo quiera...¿Has oído?"  Casi se hace pis, el pobre. Sé ahora que fue muy cruel, pero desde mi preadolescencia yo solo me sentía fuerte haciendo ese tipo de cosas y creyéndome con el control... El se quejó alguna vez a sus padres, pero no le creyeron.

        A los tres meses menos dos días, respiró con alivio cuando le dije que el trato había terminado; para entonces yo ya había puesto los ojos en un chico seis años mayor que yo...

viernes, agosto 30, 2024

RENACIÉNDOME OTRA VEZ


Los que me conocéis sabéis que soy un ave inquieta, inconstante y volátil, aunque con firmes convicciones.

Cada cierto tiempo necesito escaparme y volar lejos. Emigro, exploro, me reencuentro, me re-creo y renazco de nuevo. 

Tres años han sido suficientes; quizá demasiados. Siempre corro el riesgo de ser olvidada, pero no sé funcionar de otro modo.

Este otoño volveré a compartir mis aventuras y pensamientos...

Os quiero.

Gracias por seguir latiendo cerca.


jueves, septiembre 16, 2021

Retos

               


Atrévete a quererme sin rincones, así de par en par, el alma abierta...

Atrévete a lamerme las heridas y hacer de tus cuidados mi consuelo...

Atrévete a besarme sin remilgos, dejando el el alma entera en cada beso...

Atrévete a perderte en mis silencios y hacer de tus silencios mi escalera para subir al cielo de tus ojos...

Atrévete, te espero...