sábado, 31 de agosto de 2019

Amor bajo el agua



           Se llamaba Mario o eso decía. Coincidimos en un camping de vacaciones. Un cruce de miradas en el restaurante y saltaron chispas. Con él aprendí el inmenso placer que proporciona amarse bajo el agua, con esa maravillosa sensación de que la sal , mezclada con los jugos íntimos del cuerpo, produce un efecto purificador y regenerador de energía como pocos...

          Hablaba él, además, con una encandiladora verborrea y una sonrisa blanca de anuncio, sobre la comunión de almas, sobre la conexión del corazón a través de ese contacto carnal... Afirmaba que había encontrado en mí a la mujer que siempre había estado buscando. El delirante rito diario de la cópula submarina se hacía de ese modo mucho más intenso y pasional;  yo sentía flotar mis pensamientos en los azules del mar con la convicción de qué ese amor de verano no llegaría a su fin cuando terminaran mis vacaciones.

       Hacíamos el amor cada tarde, cuando la gente comenzaba a marcharse de la playa, en una ceremonia íntima y mágica que comenzaba con un ritual de besos salados y lenguas enredadas y lascivas.  Salir a respirar acompasados formaba parte de la danza de cuerpos enervados por el deseo... La piel caliente y fría al mismo tiempo, erizada y llena de fuego, salada y dulce. Una inolvidable fiesta para los sentidos.

        Qué pena (o qué suerte) que acabara todo aquello, diez días después y también bajo el agua, cuando una mañana en la que me dijo que tenía que ir a la ciudad,  mientras yo buceaba con mi cámara acuática para sacar bonitas fotos al fondo marino, le encontré de esta guisa con otra pareja de baile...  Al parecer, el rollito de la comunión de almas y las conexiones espirituales, se lo soltaba a todas.

         Esta vez sí pudo quedarse a gusto mi Eva vengativa, porque colgó las fotos en el tablón de anuncios del camping esa misma mañana y comentó en sus redes sociales el asunto.  Por la tarde, el playboy de pacotilla tenía  a tres mujeres vociferantes esperándole en la puerta de su bungalow con cara de pocos amigos para pedirle explicaciones, incluida la de la foto. Me imagino que a otras tantas en las redes sociales y en el teléfono. Me mandó un montón de mensajes con inverosímiles explicaciones antes de que le bloqueara y le borrara de mis contactos en todo el mundo virtual.  

sábado, 24 de agosto de 2019

Caballo de Troya



            Preparando la maleta para irme a la playa, acabo de recordar una anécdota que ahora me hace sonreír, pero entonces no me hizo ninguna gracia... 

         Hace bastantes años, mi amiga Sara y yo nos fuimos por primera vez juntas y solas de vacaciones. Yo quería olvidar a mi ex y ella a su última conquista. Elegimos la costa italiana como destino. Todo prometía ser magnífico.  Al segundo día de estancia se nos acercaron unos italianos poco agraciados, pero resueltos y simpáticos. Eran dos, tenían sólo unos años más que nosotras y  también se alojaban- o eso decían- en el mismo complejo hotelero. Se mostraron la mar de solícitos y, ante la falta de un plan mejor,  quedar con ellos nos pareció una oportunidad fácil para practicar inglés ( que era la lengua en la que nos entendíamos) y echarnos unas risas.  

       Al día siguiente, mientras dábamos un paseo por la orilla al anochecer, se nos aparecieron por sorpresa y nos propusieron un  ménage à quatre (rollito a cuatro, no sé si se escribe así ). Mi amiga y yo nos miramos, nos reímos y, como no nos atraían para nada y nosotras hemos sido hasta la fecha- salvo una historia que ya contaré- de disfrutar los placeres de uno a uno, les soltamos un  NO rotundo con una carcajada. Se fueron enfadados y nos dejaron solas, lo cual agradecimos porque pudimos desnudarnos y darnos un magnífico baño reparador. El reflejo de la luna en la piel bañada de mar tiene efectos mágicos.

          Pasaron un par de días sin saber de ellos. Al tercer día se presentaron en la playa con cara de arrepentimiento, con unos regalos que -supuestamente- iban a suavizar el mal rollo entre nosotros: una bolsa de playa de diseño italiano, con una toalla preciosa y un bikini para cada una.  Dijeron que no querían que tuviéramos mal recuerdo de la visita a su país. 

          Mi amiga y yo somos forofas de los bikinis; no sé cuántos tendremos en total. Ellos insistieron en que para saber que les habíamos perdonado su atrevimiento anterior, utilizáramos los bikinis y las toallas en nuestro baño de por la tarde. Mi amiga y yo accedimos, más porque los bikinis nos sentaban - sin falsa modestia- estupendamente, que por hacerles a ellos la gracia y con la condición innegociable de que después  nos dejaran en paz para siempre. 

          Pues bien, resultó que al meternos en el agua, los BIKINIS se fueron desintegrando al contacto con el líquido y que nos quedamos totalmente en pelotas. Los muy cabrones se habían llevado nuestras bolsas y nuestras toallas también. El resto os lo imagináis.

          Lo peor es que mi Eva vengativa no pudo darles un escarmiento, porque sólo sabíamos sus nombres de pila (si es que eran ésos) y no volvimos a verlos por allí. Seguramente se habían marchado ya de la ciudad.

           Lo mejor es que, dos años después, mi Eva positiva tuvo la idea de llevar a su pareja de entonces, a una  calita solitaria  y ponerse uno de esos biikinis desnudadores....  Ni que decir que a él  le encantó la sorpresa. 

domingo, 18 de agosto de 2019

Buffet libre




      
          Era un jueves de octubre. Entraste por la puerta a las ocho y media, como siempre, ataviado con tu traje hecho a medida y ese maletín obsoleto pero elegante del que no creo que te hayas desprendido aún. Hay que reconocer que  tenías un físico más que agradable y que tu serena seriedad hacía de ti un hombre muy atractivo. Siempre me gustaron los hombres mayores que yo y tú me llevabas quince años.

         Dejaste el maletín en una silla, exactamente en el mismo sitio que todos los días. Me besaste en la mejilla, sin mucho interés. Nuestra pareja se estaba yendo a pique, después de una boda llena de señales de advertencia que no capté y un año de desequilibrada convivencia. Nunca entendí por qué te casaste conmigo ni por qué cambiaste tanto tras la celebración. Era como si hubieras conseguido tu trofeo y ya no tuvieras que hacer nada más. Ya no tenías ganas de salir, ni de jugar, ni de charlar. La rutina era insoportable y tus  manías- que al principio me divertían- comenzaron a parecerme desagradables también.

         Todas mis Evas intentaron animar aquel desacertado emparejamiento , pero era inútil: por un lado, te encerrabas cada vez más en ti mismo; por otro, descubrí tarde que eras un adicto al trabajo y, por último, comenzaste a tener dificultades para cumplir medianamente en la cama, no sé si sería por la edad o por falta de interés. Muchas de mis Evas seguían enamoradas de ti y luchaban contra todos esos inconvenientes; otras ya se estaban desencantando. Me sentía culpable porque eras una buena persona y quise quemar - antes de darle una patada a nuestro proyecto común- el último cartucho. 

         Me había puesto a hacer la cena (me tocaba a mí) y un olorcillo a pan recién hecho, a hierbas, setas y carne impregnaba suave el aire. Sobre la mesa unos cuencos vacíos y una botella de vino con dos copas. En el centro del mantel dos velas estrechas y largas esperaban inquietas su muerte anunciada. Había dejado mi pelo suelto y un delantal fino anudado a la espalda  dejaba ver mi  ropa interior; no llevaba nada más encima... 

     -¿Qué hay de cenar? -preguntaste.

     - Decídelo tú mismo. Buffet libre.

       Me miraste con cara de desaprobación.

     -  Paso de carne,  hoy prefiero una ensalada , si no te importa-dijiste. Llevo un día agotador. Voy a tumbarme un poco en el sofá. 

     Es la primera y última vez que me ha fallado la provocación de cocinera... Menos mal que te mandé en ese mismo instante a la mierda. Y qué a gusto me quedé. Les prometí a todas mis Evas que no volvería a casarme jamás.

martes, 13 de agosto de 2019

A todo ritmo






         Esta mañana me despertaron temprano mis pies bailando. Con los ojos aún cerrados, esbocé una sonrisa, porque intuí que "ella" había llegado y siempre que llega ocurren anécdotas entretenidas. Mi Eva estrella del rock tiene una energía inagotable, es segura, un poco escandalosa y muy animada.

          Me levanté al baño y comencé a bailar ante el espejo, poniendo muecas y sonrisas desde todos los lados para salir bien ante los posibles ataques fotográficos de los paparazzi. 

          Desayuné ligero y de pie. Es lo que tiene ser artista, que siempre estás en movimiento y tienes que cuidar mucho la línea. Una ducha templada me aceleró las pocas células que me holgazaneaban aún; no podía dejar de cantar ni de bailar. 

          Me vestí rápido, al ritmo de "Born to be wild" de Steppenwolf.  Elegí - bueno,  "ella" eligió, que menuda personalidad tiene- un modelito ajustado y corto; una sudadera fina con capucha, de tono violeta, muy original; unos tacones altísimos de aguja y unas gafas de sol (complemento imprescindible cuando eres famosa).  Un maquillaje natural pero resultón y el pelo suelto completaron el atuendo. 

          Bajé a la calle nerviosa, canturreando entre dientes "Seven Nation Army" y sin poder dominar mis caderas mientras se movían al compás. Me extrañó que nadie me reconociera, pero lo atribuí a las gafas de sol y a la capucha.  

           Cogí el metro sin dejar de cantar y entonces lo vi. Un muchacho tocaba con su guitarra y nadie le hacía caso. Me acerqué.

- ¿No me reconoces?-pregunté extrañada.

- Pues, perdona, pero... no.

- Soy Eva Stone, la cantante de rock.

- Me suena algo ( se notaba que fingía, pero no no me importó).

- ¿Te apetece que cantemos algo juntos?

- Bueno- respondió sin mucha alegría- , no tengo nada que perder.

          Acordamos un tema y comenzamos una actuación improvisada: él tocaba la guitarra y yo bailaba y cantaba, emulando a mi diosa Tina Turner. Pronto se llenó el pasillo del metro a la par que su caja para los donativos.

          El decía muy orgulloso:

- Quiero agradecer a la cantante profesional, Eva Stone, que hoy haya cantado y bailado conmigo.

          La gente aplaudía y algunos me pedían autógrafos...  Nada como creer en uno mismo para que los demás crean en ti.

          Después de unas horas cantando en el metro nos despedimos.

-¿ Y desde cuando te dedicas a la canción?-preguntó curioso.

- Desde esta misma mañana- respondí con una sonrisa.

          Noté su mirada incrédula fija en mi espalda durante muchos minutos mientras me alejaba.

jueves, 8 de agosto de 2019

¿Limpiamos?


    

           Estos días de verano se impone por necesidad en la  mayoría de las casas realizar una buena limpieza a fondo. Desde hace muchos años, mi Eva economista contrata a una persona que realiza la mayor parte del trabajo, pero antes de vivir con A. no era así. Siempre que llega este momento me acuerdo de él, un novio muy original que tuve y que vivió durante un verano conmigo.


     - Venga Eva... entre los dos tardamos menos... cuanto antes empecemos, antes terminamos...

     - No tengo ninguna gana... vamos a tomar una caña...no sé para qué se limpia tanto...

     Entonces me propuso un juego.

     Se trataba, por un lado, de dividir el apartamento en cinco partes para distribuir las tareas en cinco tardes de lunes a viernes, descansando por las mañanas; y por otro, de darle a la tediosa obligación higiénica un matiz erótico que la hiciera menos desagradable.

      En una cartulina que puso con una chincheta en la pared, marcó cada una de las partes como objetivos y les asignó el código sorpresa de un juego erótico a cada una... Según avanzábamos hacia el objetivo, teníamos que irnos quitando la ropa, de  manera que la excitación iría creciendo y estaríamos deseando terminar para descubrir el juego-recompensa. Tendríamos que llevar puesto algo un poco sugerente, para ir entrando en calor. Tengo que reconocer que la idea no estaba mal, pero también que ninguna vez llegamos a jugar como habíamos programado.

 Resumiendo:
  
Lunes: Me ve aparecer con mi disfraz de limpiadora y se pone como una moto.  Resultados: cero minutos de limpieza y el resto de la tarde , puntos suspensivos.

Martes: Me quito la falda corta, me ve el tanga y el liguero, se excita y ... ataca con su espada láser. Resultados: cinco minutos de limpieza y el resto de la tarde... puntos suspensivos.

Miércoles: Aguanta el primer tirón como un machote y cuando él se quita el pantalón, miro sinquerermirar sus calzoncillos marcando una bonita estructura y...caigo. Resultados: quince minutos de limpieza y el resto de la tarde... , vaya, otra vez puntos suspensivos..,

Jueves: Increíblemente, llegamos a quedarnos desnudos los dos. Él se acerca a descolgar una ventana, nos rozamos sin querer  y... Resultados: veinte minutos de limpieza y el resto de la tarde... pues puntos suspensivos.

Viernes:  Mini-reunión previa. Nos proponemos firmemente llegar hasta el final del juego, aunque se han quedado tantas cosas por hacer que tendríamos que volver a planificar en la cartulina. Falda corta fuera, blusa fuera, pantalón suyo fuera, camiseta fuera, sostén fuera, liguero fuera, calzoncillo fuera, tanga fuera... Cae polvo de un armario en mi pelo, me acerco al baño para limpiarme y... nos duchamos. Resultados: treinta minutos de limpieza y el resto de la tarde... pues eso.


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Fuera de programa:

Sábado: Hacemos cuentas y preferimos disfrutar de un día menos de vacaciones en la playa y pagar a alguien que haga el trabajo. Resultados: Todo limpio y todo el día para  hacer de los puntos suspensivos lo que queramos.

Desde entonces, una persona viene a limpiar la casa, pero siempre me acuerdo de aquel verano ... 

domingo, 4 de agosto de 2019

Aquellas siestas



       Tenía catorce años, la mirada inquisidora y segura, el cuerpo prieto, la piel frutal y unos senos redondos y bien formados. Veraneaba entonces en casa de mi abuela materna, en un pueblecito cercano a la playa. Era un lugar de reunión familiar de tíos y primos. Dormíamos la siesta en una amplia buhardilla, todos los primos juntos, en colchones en el suelo. A veces invitábamos a algún amigo de la pandilla. Y muchas veces, te invitábamos a ti, que eras como de la familia aún sin serlo.

          Sabía que yo te gustaba, que te volvía loco; me devoraban tus ojos a cada instante silencioso y disimulado. Yo jugaba contigo a hacerme la encontradiza, a rozarte sin querer a cada paso... y, mira por dónde, te tocó dormir a mi lado. Nunca he creído en las casualidades. Quise probarte, quise probarme a mí misma y a ese imán que descubría dentro de mí cada día que pasaba.  Así era yo entonces (a ratitos, claro). En la pandilla todos me tenían un poco de miedo por mi carácter fuerte y tú eras tan  tímido y modoso...

         Para dormir me puse una camiseta de tirantes y me quité el sostén. Me tumbé de lado, mirando hacia ti. Te sonreí y cerré los ojos, haciendo que dormía. Tenías tus ojos clavados en el canalillo de mi escote y en el recorrido de mi silueta desde mi flequillo hasta la punta de los pies. Cuando me aseguré de que todos estaban dormidos, me moví, como en sueños, y dejé escapar de la camiseta uno de mis rosados pezones.

     No podía abrir los ojos, pero sentía tu aliento cada vez más cerca, el calor de tu mano indecisa acercándose a mi pezón erigiéndose... Entreabrí los ojos y alejaste tu mano, poniéndote colorado como un tomate. Volví a hacerme la dormida, mientras me excitaba la idea de tenerte tan cerca luchando contra tu instinto. Mi cuerpo despertaba al deseo. Notaba la dureza de mis pezones y un calor que subía entre mis piernas, te notaba otra vez cerca...

    Entonces lo hiciste. Dejaste que tu dedo índice recorriera el borde de mi pezón, acariciándome con una deliciosa suavidad. Te dejé disfrutar (me dejé disfrutar) durante unos minutos así y pronto sentí tu aliento cerca de mi seno. Una lengua infantil y temblorosa recorrió mi rosado sendero y endureció aún más mi pezón, noté mi sexo húmedo entre los muslos... 

     Una bofetada enorme y sonora acabó con todo aquello.

      - Eres un cerdo-te dije. Y me quedé tan ancha.

      Después ya nunca más me miraste a los ojos. Yo me sentía feliz porque había ganado, aunque aún no sé exactamente el qué.

sábado, 3 de agosto de 2019

El amor y yo






       Hace mucho tiempo, Eva -realista comprendió que nunca iba a encontrar al hombre ideal.

       La razón es sencilla: según la personalidad que me domine en un momento o en otro, en una etapa o en otra, me atraen los hombres de una u otra forma.

      Cuando me habita Eva-efervescente y alocada, me gustan los varones espontáneos, divertidos, ruidosos, chistosos, cariñosos, sonrientes, seductores...; cuando me habita Eva-ratón de biblioteca, me fijo en los hombres serenos, discretos, callados, observadores...; a Eva-seductora le gustan los hombres guapos guapísimos, los difíciles de conquistar, los que suponen un reto, y tomar la iniciativa pero dejar que ellos crean que la tienen; a Eva- romántica le gustan los que llaman a su puerta con flores  y con bellas palabras de amor (que por otra parte le resultarían cursis, odiosos y machistas a Eva- feminista, claro); a Eva-deportista le encantan los atletas musculosos y depilados , a Eva-casera le gustan los hombres de pelo en pecho, los que se acurrucan en el sofá ... Podría seguir y seguir mucho más.

      Así me va de mal en el amor: una larga lista de ex-parejas, un ex-marido y todas mis relaciones amorosas hundidas en un periodo que oscila entre un mínimo de dos días y un máximo de dos años ( mis récords).

      Pero aún así,  Eva-soñadora sigue pensando que ese hombre existe: no se puede vivir sin sueños, aunque parezcan imposibles.

       Al menos aburrirme conmigo no, no me aburro nunca, eso es verdad.

     Y ellos tampoco se aburrían. Tenían un harén de Evas en una sola. Pero es cansado atender a tantas mujeres y no lo pudieron soportar, supongo. Quizá ninguno llegó a quererme de verdad, con todo lo que soy, con todas las que soy... 

     Quizá no he dado aún con un hombre con el corazón tan grande. que pueda dar cabida a todas mis yoes.

viernes, 2 de agosto de 2019

Por el principio...

( No, no soy yo, pero me parezco...) 

       
          Muchas veces pienso en el principio de todo esto, en la niñez que guarda todas las llaves, en la primera vez que yo me di cuenta de que no era una, sino varias. Probablemente la educación estricta que recibí de niña haya contribuido a que sea como soy, aunque yo no lo haya aceptado hasta hace poco tiempo. Toda la perfección que me exigían, el sentimiento de culpa por no hacer las cosas al agrado de mis padres o de mis maestras... Acababa de cumplir diez años cuando llegué al convencimiento de que éramos dos: la buena Eva, la estudiosa, la brillante, la solidaria, la compasiva, la buena hija, la educada... y la otra "Eva": la oculta, la mala, la traviesa, la perversa, la vengativa, la cruel... Y sólo una de las dos podía sobrevivir...

          Tuve mi primer novio con once años (o eso creo, porque no recuerdo casi nada de antes de esa edad). Su madre le decía: "¿Has visto qué chica más guapa, más lista y más buena ?", "Tendrías que quedar más con ella"... y cosas así. El chico era demasiado pánfilo y parado y a mí no me gustaba nada, pero nuestros padres se conocían desde siempre y mi madre hacía igual: "¿No te gusta ese niño?", "¿Por qué no le invitas a merendar?", "¡Es educadísimo!", "Hacéis buena pareja"...

          Tuve claro que nuestros padres no pararían hasta que no saliéramos y se convencieran ellos mismos de que emparejarnos era un doloroso error. Por eso, cara a la galería, fuimos "novios" durante casi tres meses.

          El primer día que estuvimos a solas, le agarré fuertemente de los testículos y le dije al oído: "Vamos a ser novios unos meses y mientras vas a hacer lo que yo quiera...¿Has oído?"  Casi se hace pis, el pobre. Sé ahora que fue muy cruel, pero desde mi preadolescencia yo solo me sentía fuerte haciendo ese tipo de cosas y creyéndome con el control... El se quejó alguna vez a sus padres, pero no le creyeron.

        A los tres meses menos dos días, respiró con alivio cuando le dije que el trato había terminado; para entonces yo ya había puesto los ojos en un chico seis años mayor que yo...

jueves, 1 de agosto de 2019

Renacer, morir, transformarse...



         Renacer, morir, transformarse... ¿Acaso no son verbos absolutamente relacionados? Las personas como yo (personas que han asumido y comprenden su personalidad múltiple), tenemos nuestras ventajas y nuestras desventajas.

      La primera ventaja es que podemos nacer, morir y transformarnos tantas veces como queramos y dejar atrás todas las personalidades que no nos gustan, sustituyéndolas por otras nuevas.
  
           La primera desventaja es que acumulamos experiencias y a veces -sólo a veces, que conste- no sabemos con qué personalidad las hemos vivido, por lo que corremos más riesgo de tropezar en varias ocasiones en nuestra vida con la misma gran piedra.

           Por eso - entre otras muchas razones- nació este diario, porque necesitaba ordenar en un sólo espacio todos los diarios de mis múltiples personalidades, todas mis teorías y mis pequeños o grandes pecados, todo lo que siento, experimento o sueño bajo cualquiera de mis múltiples caras y corazones. O al menos, intentarlo.

            Si llegaste hasta aquí, te pido un favor: ¡Guarda mis secretos!