sábado, 28 de septiembre de 2019

Años 30



          Mi abuela materna fue una adelantada para su tiempo. Sus padres eran de origen francés y ella tenía una mente mucho más abierta que todas las personas de su entorno. Mi abuelo la conoció cuando era un adolescente, en un verano en el que fue a estudiar francés y se alojaba en casa de unos tíos suyos. Desde entonces, fueron inseparables.

          Dicen que era muy guapa y que volvía locos a todos los hombres que la conocían. Mi abuela murió joven,  antes de que yo naciera, pero debió ser una persona especial. A los dos meses de marcharse, murió también mi abuelo, que estaba enfermizamente enamorado de ella según cuentan y que sólo vivía para complacerla. Me hubiera gustado poder charlar con ella cara a cara, la verdad.

    Cuando falleció mi abuelo, mi madre y sus hermanas comenzaron a "desmontar" su casa, para venderla. Se organizó un follón tremendo cuando descubrieron un montón de fotos similares a ésta y otras en las que estaba con mi abuelo, fotografiados por una tercera persona... 

sábado, 21 de septiembre de 2019

Juegos con el teléfono





          Cuando sonó el teléfono, y a pesar de que eran las doce en punto (nuestra hora mágica entonces), no podía imaginar que fueras tú el estuviera al otro lado. Habían pasado seis o siete  años desde aquella relación tan pasional y tan intensa que acabó por un viaje al extranjero por motivos laborales del que ya no regresaste. Ambos sabíamos que no teníamos futuro juntos, pero disfrutábamos cada instante como si fuera posible eternizarlo. No habías vuelto a llamar, ni a escribir e-mails largos; una postal de vez en cuando y una felicitación de navidad había sido todo nuestro contacto durante mucho tiempo.

     Debo confesar que yo no había vuelto a jugar a ese juego con nadie desde entonces; a través del oído  nos erizábamos la piel y el cuerpo entero, haciendo del resto de los sentidos nuestros más entregados cómplices. Con solo nuestras voces conseguíamos ambos alcanzar el punto máximo de placer, a veces, incluso, al unísono. No podía creerlo: allí estaba tu voz grave y hermosa y nuestra contraseña; un gusanillo me recorrió por dentro y no dudé. Me apetecía recordar los viejos tiempos, aún sabiendo que quizá fuese la última vez  y que tu llamada sólo era un arrebato de nostalgia pasajero...

       - Buenas noches, señorita Stone. ¿ Desea usted compañía?

(Hubo unos segundos de silencio, necesarios para entender lo que estaba pasando).

     - Depende de como vaya usted vestido , señor X, soy muy maniática.

     - Llevo un pijama abotonado, señorita, estoy a punto de acostarme y más solo que la una...

     - Yo también iba a acostarme en este momento ¿ Quiere que juguemos?

     - Depende de como vaya usted vestida, soy muy maniático.

     - Llevo mi tanga de la suerte y un picardías de tul negro muy fresquito...

     - ¿Nos tuteamos?

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    -  ................

          ( Ainss. Dudo mucho que exista un compañero de juegos telefónicos mejor que él...)


sábado, 14 de septiembre de 2019

Los armarios de mis Evas


              
      Mis armarios son como grandes cajas de sorpresas, lo cual no tiene nada de extraño sabiendo cómo soy (o cómo somos). Me encantaría tener un armario para cada Eva, pero tendría que vivir en una mansión para conseguirlo, por lo cual hasta mi Eva utópica descartó la idea hace tiempo. Están organizados en muchas secciones y subsecciones (de eso se ocupa mi Eva matemática), según el estilo o el tipo de prenda.  

      En uno de ellos -el de mi cuarto- guardo tres tipos de ropa, una en cada cuerpo:  por una parte, mi vestuario más clásico y remilgado -que utilizo cuando la ocasión requiere ir formal-, con faldas por la rodilla y blusas abotonadas hasta el cuello, vestidos elegantes y trajes pantalón;  por otro lado,  la ropa destinada a vestir a la Eva leona: hay mucha más ropa en ese lado, pero ocupa mucho menos sitio (entre otras cosas porque algunas de las prendas están confeccionadas con menos tela, claro). Es la ropa con la que me siento más cómoda. El tercer cuerpo lo ocupa la ropa de fiesta, que contiene desde mini vestidos de lentejuelas hasta trajes largos de noche.

       La parte más llamativa se la lleva el armario de mis disfraces, los de verdad y los que utilizo para mis juegos eróticos, que me ayudan a darle fuerza a la Eva que me domina según la ocasión. No me canso de jugar con los disfraces nunca. Algunos los confecciono yo misma y los diseño sola o con la pareja que tenga en ese momento; en general, les gusta diseñar los modelos que tienen en sus fantasías y verlos puestos en alguien real. En la parte de arriba, guardo un montón de cajas con sombreros y pelucas (porque, aunque me divierte cambiar a menudo de imagen y de color de pelo, siempre vienen bien); en los cajones y en las puertas de todos ellos, colgados, accesorios de todo tipo, que completan todo lo anterior.

       En mi habitación hay un sinfonier donde está ordenada toda la lencería que, si no fuera porque la talla es la misma, parecería que pertenece a personas completamente diferentes en gustos: desde las famosas bragas de Bridget Jones- me pareció divertido tener unas- a unos minúsculos pedazos de tela semi-transparente que me vendieron como tangas en un sex-shop. Tengo que reconocer que la lencería provocativa me fascina y que ocupa el noventa por ciento de estos cajones. 

       Todos los bajos de los armarios  están provistos de barras  o baldas para los muchos zapatos, sandalias, botas, botines... de distintos diseños y colores que llevo. Una vez mi Eva matemática contó ciento tres pares y mi Eva derrochona se llevó una buena bronca. Los zapatos son un vicio casi tan grande como el de los bikinis; siempre me fijo en los zapatos de la gente - creo que es algo heredado de mi madre- : dicen mucho de las personas que los llevan.

   Por último, tengo un armario empotrado donde se almacenan como pueden las prendas especiales para practicar deportes: footing, ciclismo, esquí, motociclismo, equitación, surf, buceo... y todo lo que no encaja en mis otros armarios - o lo que no cabe-. El último armario, pequeño pero funcional, es de tamaño mediano. En él colocan su ropa mis compañeros de convivencia durante el corto tiempo que dura la misma. 

sábado, 7 de septiembre de 2019

Quererse o no





          Hace unos días me encontré con una amiga a la que hacía mucho que no veía y me dijo muy contenta:
  
             - ¿ No me notas nada diferente? 

             -  Pues ...  no ....  le respondí-. ¿Te has cambiado el peinado? ¿Estás más morena? ¿Llevas ropa nueva?

      Me miraba extrañada, como si yo fuera la persona más tonta del mundo. Tras una pausa incómoda, me soltó de sopetón:

             - ¡ ME HE PUESTO TETAS!

             - Joder. Yo voy mirando a la gente a los ojos, no a las tetas.

         Si tengo que decir la verdad, sólo mi "Eva- Barbie", es partidaria  completa de este tipo de cirugía estética. Menos mal que me habita pocas veces, porque me causaría un conflicto interno importante.  El resto de Evas sólo somos partidarias de la cirugía por salud o por estética tras un accidente o una enfermedad, por ejemplo. 

          Es cierto que  mi Eva más tranquila y empática comprende que haya personas que sientan un complejo que les condicione la vida y  que se operen para mejorar su autoestima, pero también lo es, que mi Eva  más natural piensa que nada postizo es válido y no comprende en absoluto que haya gente que prefiera cambiar su físico a aprender a quererse tal y como es, que sería lo más sano.

         Ayer reencontré entre mis canciones una sobre el tema y quiero compartirla con vosotros. Siempre que la escucho, me hace sonreír. Espero que también a vosotros os provoque una sonrisa.