El martes de esta semana ha sido el carnaval y a mí, como amante que soy de los disfraces, me encanta. Ayer viernes celebró su tradicional fiesta mi amigo Luis en su casa de campo. El tema de este año era Roma y fui vestida de romana, con una túnica sencilla, unas sandalias preciosas, llena de abalorios y sin peluca esta vez.
Al llegar me presentaron al invitado sorpresa de este año, un tal Pedro. El hombre me pareció atractivo nada más verlo: un aspecto muy varonil, las arrugas justas, un cuerpo bien formado, unas incipientes canas perfectamente distribuidas, unos rasgos bien marcados, unos intensos ojos almendrados, un disfraz de gladiador que quitaba el hipo y unas uñas perfectas. Pocas veces me atrae un hombre de esa manera.
Lo que más me gustó de él fue que no se fijó en mí para nada. Me gustan ( sería más exacto decir que a mi Eva leona le vuelven loca) los hombres que no me hacen caso porque supone un reto conquistarlos, así que le seguí la corriente al principio y ni siquiera le miré durante las dos primeras horas.
Después de ese tiempo, dejé actuar a mi Eva más intelectual y desplegué todas mis armas culturales para atraerle por mi cabeza. Me arrimé a un grupo que estaba cerca y dejé que me escuchara hablar sobre poesía del siglo XIX, sobre literatura japonesa, sobre Arte, sobre Música... Tampoco me sirvió de mucho, porque parecía no prestarle atención a nada de lo que yo decía.
Me tocó de pareja en varios de los juegos subiditos de tono a los que jugamos y nos quedamos ambos desnudos dos veces en el strip-póker, pero él sólo miraba a las cartas.
Decepcionada conmigo misma, con mi leona herida en el orgullo y cerca de las siete de la mañana, decidí marcharme. Mi amigo Luis me acompañó a la puerta.
Al llegar me presentaron al invitado sorpresa de este año, un tal Pedro. El hombre me pareció atractivo nada más verlo: un aspecto muy varonil, las arrugas justas, un cuerpo bien formado, unas incipientes canas perfectamente distribuidas, unos rasgos bien marcados, unos intensos ojos almendrados, un disfraz de gladiador que quitaba el hipo y unas uñas perfectas. Pocas veces me atrae un hombre de esa manera.
Lo que más me gustó de él fue que no se fijó en mí para nada. Me gustan ( sería más exacto decir que a mi Eva leona le vuelven loca) los hombres que no me hacen caso porque supone un reto conquistarlos, así que le seguí la corriente al principio y ni siquiera le miré durante las dos primeras horas.
Después de ese tiempo, dejé actuar a mi Eva más intelectual y desplegué todas mis armas culturales para atraerle por mi cabeza. Me arrimé a un grupo que estaba cerca y dejé que me escuchara hablar sobre poesía del siglo XIX, sobre literatura japonesa, sobre Arte, sobre Música... Tampoco me sirvió de mucho, porque parecía no prestarle atención a nada de lo que yo decía.
Me tocó de pareja en varios de los juegos subiditos de tono a los que jugamos y nos quedamos ambos desnudos dos veces en el strip-póker, pero él sólo miraba a las cartas.
Decepcionada conmigo misma, con mi leona herida en el orgullo y cerca de las siete de la mañana, decidí marcharme. Mi amigo Luis me acompañó a la puerta.
- ¿ A que es majo mi amigo Pedro?- dijo totalmente convencido.
- Psé.
- Acaba de romper con su novio, mujer, hay que darle tiempo para que se recupere.
Esbocé una sonrisa, besé en los labios a mi amigo ( nos besamos siempre así) y me despedí de él.
- Pobre. Si me lo hubieras dicho, hubiera sido más atenta con él.